De niño no soñó siquiera con ser pintor. Su destino parecía signado por sus padres, que le marcaron el camino de las leyes. Henri Matisse, hasta ese entonces, solo había cosechado algún premio en las clases de dibujo de su pueblo.
“La historia de mi vida carece de eventos sobresalientes… Nací el último día de diciembre en 1869 en Le Cateu Cambresus. Mis padres querían que fuese abogado. Por eso, entre los dieciocho y los veintidós trabajé de buena voluntad en un estudio de Saint Quentin.”
Un ataque de apendicitis lo obligó a una larga convalecencia. Henri, entonces, descubrió la pintura que inició como pasatiempo y desde ese momento vivió solo para ella.
Todavía resonaban en sus oídos las palabras de su padre pronosticando un fracaso rotundo de su existencia cuando se marchó a París, en búsqueda de su propia forma de expresión. Estudió primero con Bouguereau, el severo maestro neoclásico al que Renoir denostaba y después en la Ecole des Arts Décoratifs, con el pintor Gustave Moreau, en quien encontró un sano consejero y la libertad necesaria para experimentar nuevos caminos.
Era 1892 y un universo nuevo se abría. Monet, Serault, Pisarro, Gauguin, Van Gogh, Derrain, cada cual creó un mundo de formas y colores. Y Matisse aprendía de todos…
Más de una vez los problemas económicos le hicieron desear volver a la monotonía de su condición de pequeño burócrata, pero un nuevo estímulo, un nuevo hallazgo, lo volvía a su búsqueda interior, que comenzó a perfilar con su “Mesa de Cena” (1890), “El golfo de Saint Tropez” y el fauvismo de su “Ventana Abierta” (1905). Sus cuadros se vendían bien y gracias a este bienestar económico conoció el mundo, especialmente, el exotismo de Rusia y Oriente.
En 1914 Francia fue a la guerra. Matisse entrevistó a Marcel Sembrat, Ministro de Obras Públicas. “Derain, Braque, Camoin y Puy están en el frente… ¿qué puedo hacer para servir a mi patria?”. “Seguir pintado tan bien como lo hace” fue la respuesta.
Después de una temporada en Niza, comenzó su relación con Diaghilev y los ballets rusos, dibujando la escenografía de “El ruiseñor”.
Pero el descubrimiento de la luz y el color lo tuvo durante su viaje a Tahití. “Se puede decir que imita a la naturaleza, por la vida que el creador infunde en su obra…”.
En 1937, sufrió una prolongada convalecencia que no frenó su tarea. Usaba largos pinceles para trabajar desde la cama.
Se recuperó y volvió al clima de trabajo que caracterizó sus últimos años. La Segunda Guerra había comenzado y, aunque le sugirieron que se fuera de Francia, rehusó la idea porque lo hacía sentir “como un desertor”.
En 1941 se le diagnosticó un cáncer de duodeno y fue operado pocos días después en Lyon. “Solo necesito tres o cuatro años para terminar mi trabajo” les dijo a los médicos. Durante su convalecencia hizo una serie de dibujos que Luis Aragón publicó, años más tarde, en un libro llamado: Tema con variaciones.
En 1943 debió huir de Niza por los bombardeos y se mudó a Vence en la Villa de Le Rêve (El sueño).
En 1944 supo que la Gestapo había apresado a su esposa e hija, pero ambas pudieron escapar. Continuó trabajando hasta 1951, en sus libros y los vitreaux de la Capilla del Rosario (a cuya consagración no pudo asistir dado su precario estado de salud).
Las discrepancias entre los médicos, las diferencias diagnósticas y criterios terapéuticos lo tenían desanimado . A su amigo Luis Aragón, le escribió: “No iré a Suiza este verano, estoy muy ocupado con mi enfermedad y mis miedos. Hay dos equipos, uno quiere que me opere, el otro no. El que me aconseja que no me opere está presidido por mi cirujano (el que realizó la primera cirugía en Lyon) que conoce los riesgos a los que antes me he expuesto y no quiere que vuelva a pasar por lo mismo”.
Pero los cambios de opiniones siguieron y una noche la junta médica tuvo una discusión tan furiosa que el mismo Matisse debió intervenir: “Tengo algún derecho a defender mi pelejo. No tengo carácter, me gusta tener un dolor de cuando en cuando y prefiero evitar la operación; no podría soportarla”.
Mientras su enfermedad le impedía levantarse de la cama, continuó trabajando y pintando alrededor de su lecho, donde murió el 3 de noviembre de 1954.